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Wiphala: Símbolo de reivindicación sociocultural de pueblos altoandinos



La procedencia de la wiphala es contro­versial. Lo sigue siendo ahora debido a la reducida evidencia bibliográfica que existe sobre el origen y significado de la wiphala en los pueblos ancestrales.

 

Es importante mencionar que este símbolo identitario es utilizado actualmente por comunidades quechuas, aimaras y uros. Todos ellos pueblos altoandinos ubicados principalmente en Perú, Bolivia, Chile y Ecuador, que ha ido recuperándose y evolu­cionando conceptual y simbólicamente.

 

No entraré en una discusión profun­da sobre sus orígenes, mas bien deseo usar conceptos claves y pasajes relevantes para entender la importancia actual de la wiphala dentro de la población andina peruana.

 

Primeros alcances

Debemos partir de conceptuar el termino de símbolo y su diferencia con la palabra bandera. Si nos ceñimos al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, símbolo es un “elemento u objeto material que, por convención o asociación, se con­sidera representativo de una entidad, de una idea, de una cierta condición”. Y bandera es una “tela de forma comúnmente rectan­gular, que se asegura por uno de sus lados a una asta o a una driza y se emplea como enseña o señal de una nación, una ciudad o una institución”. Ahora, visto desde los pue­blos altoandinos y más aún, tratándose de la wiphala como símbolo, es entendido como una referencia al objetivo de la liberación total de las naciones indígenas, mientras que se ve a las banderas invasoras con un significado de colonialismo e imperialismo (Germán Choque, 1992).

 

La investigación sobre la wiphala fue realizada por el boliviano Germán Cho­que, también conocido como el aimara inca chupiwanka, parte del movimiento katarista, quien dedicó mucho tiempo a la revalo­ración de este símbolo ancestral, tomando como base documentos como las crónicas de Guamán Poma de Ayala para fundamen­tar sus estudios.

 

En el periodo precolombino (enten­diéndose como un momento antes de la in­fluencia política y cultural europea en Amé­rica), si bien no existe evidencia clara sobre el uso de la wiphala como símbolo autóno­mo, se encuentra asociado con otros objetos como chullos, zampoñas, vasos, entre otros, donde se plasmaba este símbolo.

 

Sus colores pueden provenir de di­versas narrativas y tienen varios argumentos, que parten desde la leyenda de los hermanos Ayar y su semejanza con el arcoíris como forma de “buena señal”. Lo que actualmen­te sí podemos indicar es que, según la Orde­nanza Regional 006 -2022-GRP-CRP, hay algunos valores conceptuales en cada color de la wiphala. El color rojo: el planeta Tie­rra, la expresión del hombre andino; el na­ranja: la expresión de la cultura; el amarillo: los principios morales; el blanco: el tiempo y la dialéctica; el verde: la producción andi­na; el azul: los sistemas estelares y los fenó­menos naturales; y el violeta: la política y la ideología andina.

 

Recordemos que la wiphala varía en algunos colores según la ubicación geográ­fica, por ello existen algunas diferencias mí­nimas en cuanto a los colores. Actualmente, la wiphala cuenta con siete columnas y siete filas que hacen un total de 49 cuadros, con­formando un emblema cuadrado.

 

Situación actual

La wiphala es un símbolo para la población indígena. Refleja las estructuras más impor­tantes y los principios organizativos de las sociedades precolombinas, es decir, la unión de la comunidad y la relación del hombre con la naturaleza y el mundo.

 

Se muestra su uso en actividades fol­clóricas y ceremoniales en las comunidades campesinas que reconocen a este símbolo como suyo, tanto así que, en mayo del 2022, el Gobierno Regional de Puno lo declaró símbolo de los pueblos originarios quechuas, aimaras, uros y mestizos en la región de Puno, dando un valor filosófico, como parte de la cosmovisión de la nación andina.

 

Algo que no se puede cuestionar es que la wiphala empezó a existir realmente en un contexto de los movimientos indíge­nas y se convirtió en el símbolo incuestiona­ble de las protestas quechua y aimara, que a fines del siglo XX exigieron cambios en su situación de marginación social. Muestra de ello es que este símbolo se encuentra pre­sente tanto en la célebre marcha de cuatro suyos, que reunió a amplios sectores de la oposición política peruana.

 

En la coyuntura actual volvió a la palestra. Está presente en movilizaciones, usado como símbolo de identificación y rei­vindicación sociocultural por los manifes­tantes que en su mayoría provienen de zo­nas rurales de la región Puno. Son sectores olvidados, marginados, discriminados por el gobierno central, que ahora los descono­cen y los ven como los “otros”, poblaciones sin derechos y sin voz.